dimecres, 22 de juny del 2011

La desvergüenza de Monràs (o demostración empírica de que no todos son iguales)

"Siglo XX cambalache,
problemático y febril,
el que no llora no mama
y el que no afana es un gil"

Se extraña y ofende la clase política cuando la gente les llama chorizos. Pero el caso es que la cultura del pelotazo está tan instaurada en nuestro sistema que lo normal es que cualquiera, cuando pueda, a la mínima oportunidad, se enriquezca a costa del erario público. Y eso no es robar, es... ser listo. Y si no lo haces, peor pa ti, tonto. ¿No ves que todos hacen lo mismo? Y en esa frase está implícita la continuación ¿No ves que yo, si pudiera, haría lo mismo?

Voy a contar una historieta personal, acerca de la dignidad y los cargos públicos. Mi padre fue concejal del Ayuntamiento de Mollet, hace muuuchos años. Fue la época en la que más pobres fuimos, en mi casa. No solo es que mi padre no se enriqueciera (ni mucho menos) por trabajar en el Ayuntamiento, es que no aceptó ni un pequeño detalle por parte de nadie. Devolvía hasta las cestas de navidad, fíjate.
Pues bien, cuando dejó el puesto y se puso a trabajar de lo suyo, empezó a cobrar un poco más, y nosotros empezamos a vivir un poco mejor. Pasó el tiempo y mis padres vendieron el pisito que tenían y se hipotecaron para comprar una casa. ¿Adivinan? Alguno empezó a comentar, obviamente, que mi padre debía de haberse enriquecido gracias a su etapa en el Ayuntamiento. Pero eso no es lo peor, no. Lo peor es que algun otro contestó: "¡Pues claro! ¡Tonto sería si no lo hubiera hecho!".
Ese es uno de los problemas de nuestro país. Es normal hacerse de oro a costa del dinero de todos. Y como dice la canción, resulta que el que no afana, encima, es un gil.

Hoy, en Mollet, tenemos un nuevo ejemplo de este singular fenómeno. El señor alcalde, Josep Monràs, y los otros 11 concejales del PSC, planean subirse el sueldo un 30%. Voy a repetirlo: un 30%. En el caso del alcalde, un 32'42%, para ser exactos.
Cuando la caja pública está tiritando, cuando todo se recorta, cuando hay que bajar las pensiones y los sueldos de los trabajadores, estos sujetos deciden que de golpe y porrazo necesitan urgentemente cobrar un 30% más. Es preciso. Como diría Esperanza Aguirre, es que no llegan a fin de mes, los pobres.

¿Y como pueden hacer eso? ¡Si no tienen mayoría absoluta! Volvamos al tango: pasteleando. Tu me apruebas esto, y yo, a cambio, libero al 20% a un concejal de cada grupo de la oposición. Te pongo un sueldito, vamos.
¿Os cuento como ha ido la negociación con los grupos de la oposición? Fácil. En la primera propuesta, el sueldo para el portavoz de los grupos que no están en el gobierno era de 13.000 € al año. En la segunda propuesta, de 16.000 €. En la última, la que se ha firmado, de 18.000 €. Así ha funcionado el tema. Porque así funcionan las cosas, así funciona este país y es normal, es lo que hace todo el mundo, y el que no pasa por el aro es que es tonto, encima.

¿Todos son iguales? Todos NO. Porque -y merece ser resaltado- un pequeño grupo resiste, como los galos, ahora y siempre, al invasor. Mientras el PSC pasteleaba con CiU, PP, e incluso con ERC (puñalada, porque no me lo esperaba esto de ellos), hay tres concejales que se han negado a entrar en el juego, que han intentado hasta el último momento que esto no se aprobara, que se han negado a firmar el "documento institucional" en el que, escondido entre otras cosas, se acuerdan estas retribuciones, y que hoy en el pleno van a luchar para echar para atrás esta decisión.
Son los "tontos" de Mollet. Los que se niegan a entrar en el juego del "yo te doy, tu me das". Los únicos -parece ser- que no están en esto para hacerse ricos. Los últimos concejales dignos, rodeados en la cueva de Alí Babá.
Se llaman Noemí Fernández, Antonio López y Marina Escribano. Apunten sus nombres, ya sea para llamarles "giles" por no afanar, o para agradecer que, entre la inmundicia, aún hay alguien que cree que la política no debe ser un modo de mejorar mi status personal, sino de luchar para mejorar la vida de todos.
Son los concejales de ICV-EUiA, y estos días -por primera vez en mucho tiempo, debo añadir- me han hecho sentir orgulloso de formar parte de mi organización. La habremos cagado mucho, no lo dudo, yo mismo lo he dicho muchas veces. Pero cuando llega el momento importante, no nos vendemos. Ni por un plato de lentejas, ni por dos.