dilluns, 11 de juliol del 2011

de listas abiertas y circunscripciones unipersonales

Estos días se está empezando a hablar de cosas que hace poco parecían tabú. De repente, oyes a la gente en los bares debatir sobre la necesidad de nacionalizar la banca, o a los políticos proponer reformas de la ley electoral. Yo no tengo la menor duda, y creo que pocos lo discutirán, que este cambio en el estado de opinión (hace dos meses quienes defendíamos la banca pública eramos cuatro iluminados anacrónicos) es una de las cosas que debemos agradecer al estallido del movimiento 15M.
Pero ojo, porque hay una serie de cuestiones, y opiniones, que también se escuchan en las plazas, que no son tan acertadas, en mi humilde opinión. Y una de ellas se relaciona con esto de cambiar la ley electoral para hacerla "mas cercana al ciudadano".

Es sabido que las reformas que plantean Esperanza Aguirre y otros semejantes (el sábado lo hablaba Rubalcaba, ese rojo ejemplar que siempre ha estado al lado de los trabajadores) no tienden precisamente a una mayor proporción y representatividad, sino al contrario: a circunscripción más pequeña, menos posibilidades de que se cuele una tercera opción en el parlamento, ergo, bipartidismo puro. Con el cuento de la proximidad, de lo bueno que es que cada elector sepa quién es su representante, te pretenden colar un sistema mayoritario en el que PP y PSOE se repartan (aún más) todo el pastel, dejando fuera del sistema a millones de personas.

Pero lo que me parece un poco preocupante no es eso, sino la corriente de fondo acerca de nuestros representantes públicos. A ver si me consigo explicar. En mi opinión, un diputado (senador, concejal...) no lo es por si mismo. No lo es por ser quien es. Uno es representante porque representa (valga la rebuznancia) a un colectivo. Como los 40 millones de españoles no podemos reunirnos en el parlamento (imagínate el follón), elegimos a 350 que se reúnan en nuestro nombre. Pero estos señores no son libres para hacer y deshacer a su antojo. Cada uno de estos señores está ahí para ser la voz de un colectivo que le ha votado, en función de un programa que tiene una serie de propuestas que se han acordado de forma colectiva. Yo no votaré a Cayo Lara porque me caiga bien, ni porque crea que es buena persona, ni porque confíe en su criterio. Votaré a Cayo Lara porque es el representante de un colectivo que pretende poner en marcha una serie de reformas políticas con las que yo estoy de acuerdo. Votaré a Cayo Lara porque será mi representante, porque hablará con mi voz. Y no será libre de hacer y deshacer a su antojo. No podrá actuar "según su buen criterio". No señor. Defenderá y dirá lo que entre todos decidamos, porque así lo decidiremos, y él no es más (ni menos, tampoco) que el representante de un colectivo de personas que se ponen de acuerdo para intentar llevar a cabo una serie de cambios.

Por eso a mí, estas cosas del diputado de una pequeña circunscripción, o de las listas abiertas u otras historias semejantes, que en principio pueden parecer fórmulas de acercar la política a la ciudadanía, no me parecen del todo adecuadas. Porque es otorgarle el poder a otro para que haga y deshaga. Yo confío en Mengano/a, porque me cae bien, porque tiene pinta de ser un tipo/a culto, preparado, inteligente. Que haga lo que le parezca mejor, que sabe lo que hace. Pues no señor. Porque así pasa lo que pasa hoy en el PSOE, por ejemplo. Que de repente parece que, como todo se limita a la opinión y el estado de ánimo del Gran Líder, ayer, con Zapatero, el PSOE era el partido ultraliberal defensor de los mercados y el Banco Santander, y hoy, por obra y gracia del ungido Rubalcaba, el PSOE se convierte en el adalid de los derechos de los trabajadores (aunque el gobierno siga recortando derechos, y solo hasta que a Rubalcaba le parezca mejor cambiar de opinión).
Pues esa no es mi forma de entender la política, perdónenme. Yo entiendo la política como un trabajo colectivo, y creo que los militantes y votantes del PSOE deberían ser quienes decidieran qué diran y harán sus representantes, y no limitarse a seguir los cambios de opinión de sus líderes.

A mí, Menganito, si actúa como Menganito, no me representa. Si actúa como el altavoz de las propuestas que colectivamente hemos elegido, sí me representa.
Pero para ello es necesaria una ciudadanía activa, no mera consumidora de líderes políticos, que es en lo que han intentado convertirnos durante los últimos lustros. Espero que el despertar de las conciencias que se está produciendo en nuestro país estos meses sirva también para remover un poco esto último. Y que recuperemos el valor de lo colectivo, por encima de la divinización del individualismo actual.