Nunca he sido independentista. Ni por sentimientos identitarios o
nacionalistas, ni tampoco por esos “argumentos económicos” que además muchas
veces me parecen falaces y derechistas. Mi bandera es tricolor y mi aspiración
una república federal socialmente avanzada y radicalmente democrática, al
servicio del pueblo. Y sin embargo…
Ayer estuve a esto de no ir a la manifestación. Me daba rabia manifestarme
con los fachas que nos están destrozando el país, me daba asco marchar al lado
de los privatizadores, de los trinchadores de derechos, de los que nos roban
para vender Catalunya a trocitos a los grandes especuladores y a la patronal.
Como decía un compañero por twitter, yo no quiero manifestarme detrás de CiU,
en todo caso delante y en sentido contrario.
Pero mira, al final algo pudo más, y salí a la calle. En parte fue la rabia
de no dejar que los fachas se apropiaran de la bandera de mi país, porque
Catalunya no es suya y ellos no la representan. En parte fue la sensación de
que estaba ante una jornada histórica, y yo no podía quedarme en casa viendo
por la tele lo que pasa en la calle. Y salí, y me sumé a la marea, sin gritar
“independència”, eso sí, porque ya te digo, nunca he sido independentista. Y
sin embargo…
La enorme mani daba sus últimos coletazos, me paseaba por el centro de
Barcelona, y veía los carteles, y las pancartas… y yo, que nunca he sido
independentista, ni siquiera nacionalista, que no siento ninguna clase de apego
por los símbolos nacionales, por primera vez en mi vida, entendí (¡e incluso
sentí!) la fuerza de esta idea llamada independència. Y gente, es tan grande,
tan potente, por simple además, que hoy por hoy la veo imparable.
Imaginaos: ¡Construir un nuevo país, desde cero, ahora, aquí! ¡Crear nuevas
instituciones, un nuevo comienzo, con nuevas reglas, que están por escribir,
sin ataduras, sin restricciones! ¿Quién no quiere cambiar la sociedad, en estos
momentos en que la sociedad es una mierda? ¿Quién no se apuntaría a este
proyecto colectivo, que nos abre un camino incierto, pero también un rayo de
esperanza hacia la posibilidad de un futuro mejor?
Y además es que la idea es simple hasta decir basta. Comparad: mientras
nosotros tenemos que decir algo así como “iniciemos un proceso constituyente
desde abajo para que el pueblo decida como se quiere organizar a todos los
niveles, en el que nosotros apostamos por una República federal que respete el
derecho de autodeterminación de los pueblos y naciones de España, encontrando
un marco de relaciones que permita…” a los soberanistas les basta con decir, “Catalunya!”.
Y en esa palabra cabe todo, todos los sueños de todo el mundo.
Es más, y ahí radica también gran parte de la fuerza de esta idea: Esta
utopía llamada Catalunya, al contrario de esa otra llamada 3ª República, se percibe
realizable, se percibe cercana. Desde ayer, más aún. Se nota que es un proceso
que ha empezado a andar, está ya en construcción. ¿No te sumarías al carro? La
tentación, incluso para un “no indepe” recalcitrante como yo, es enorme.
Pero obviamente, la cosa tiene una trampa: Al decir “Catalunya! Independència!”
cada uno se forma en la cabeza su propia imagen de ese país ideal. Y así como
la idea “3ª República” tiene unas connotaciones que la unen necesariamente a la
izquierda sociológica, la idea “Catalunya” es tremendamente más transversal. Cada
estelada que ondeaba ayer reclamaba una Catalunya independiente, sí, pero cada
una también soñaba con una Catalunya distinta a la de la estelada de al lado. Y
ahí está el problema.
Todo el mundo quiere cambiar la realidad, decía antes, y la independencia
abre una posibilidad de hacerlo desde la raíz. Pero cuando digo todo el mundo,
me refiero a todo el mundo. Los fachas quieren cambiar la realidad, también (y
lo están logrando, ese es el problema). La Catalunya que quieren construir los
poderosos, los especuladores, los banqueros y sus títeres de CiU, es también un
sueño, su sueño, pero no tiene nada que ver con el mío. Son, de hecho,
proyectos antitéticos. Los neoliberales que ya preparan la hoja de ruta para
una independencia basada en el apoyo internacional de EEUU e Israel sueñan con
un estado gobernado por hordas de tecnócratas recién salidos de ESADE, con una
Constitución basada en los sueños húmedos de Milton Friedman. Es su utopía. Por
ella se manifestaron ayer, al lado de quienes sueñan con una República
Socialista Catalana.
Ese es el gran peligro de las llamadas a la “unidad nacional”. Que nos
puede pasar que nos unamos todos bajo una gran bandera quatribarrada, pensando “primero
nos libramos de España y luego ya vemos”, y cuando nos demos cuenta, los fachas
hayan abierto el melón, lo hayan cortado a su gusto, lo hayan cerrado, y nos
encontremos con un país que no tiene nada que ver con aquél que soñábamos ayer.
Igual que en la “modélica transición”. ¿Y cuantos años nos ha costado
vislumbrar la posibilidad de rehacer el régimen que salió de la transición? Más
de 30 años y una situación de crisis económica y social sin precedentes en la
historia. No podemos permitirnos cometer el mismo error dos veces: o la nueva
realidad la construye el pueblo, desde abajo, o luego no será posible, será una
oportunidad perdida que nos llenará de frustración y desengaño. Y será un
regalo a los neoliberales que verán su utopía puesta en bandeja y envuelta en
un lazo rojo por las masas populares.
El proceso está en marcha, y es imparable. Cuánto tiempo llevará, y cómo
terminará, nadie lo sabe. No es solo la relación Catalunya-España la que está
en crisis, es todo el régimen de la transición el que hace aguas. Lo que salga
no cambiará solo a Catalunya, sino también al resto del estado español. Y puede
que termine, fíjate, con una 3ª República federal que respete el derecho de
autodeterminación de los pueblos y naciones que la forman. O puede que termine
con un concierto económico para Catalunya. O puede que termine con la secesión.
Eso nadie lo sabe. Pero el proceso está en marcha. Y no podemos dejarlo en
manos del enemigo, esto es, de los de arriba, hablen el idioma que hablen.
Mirad gentes, yo (por cuestiones identitarias, familiares, sentimentales, convicciones
internacionalistas, vete a saber) preferiría que este proceso constituyente,
este melón que se abre para construir un país nuevo, sobre bases nuevas, justo,
libre, socialista, incluyera a todos los pueblos de España y nos trajera una República
donde ondearan banderas tricolores por doquier. Pero si ese proceso se inicia
en Catalunya, hay que subirse al carro y empujar como el que más. Eso sí, teniendo
claro qué país queremos construir, y no dejándolo en manos de la “casta
dirigente” (eso sí que es casta).
La República Catalana que yo quiero llegará, no de la mano, sino en contra
y a pesar de Artur Mas y los suyos. Sentemos las bases y las alianzas necesarias
para que la idea “Catalunya” vaya indisociablemente unida a las ideas “Igualdad,
Fraternidad, Justicia” y por qué no, “Socialismo”.
Y entonces hasta soy capaz de salir a la calle enarbolando una estelada.
Roja, por supuesto.
PD.- Este artículo está escrito en castellano con toda la intención y la
mala leche del mundo, lo reconozco, pero también por si acaso a alguien allende
los Ebros le da por leerlo, que necesitamos hacernos entender por allí, será
que somos raritos ;)